Oviedo, 1914 – Madrid, 2001
José García Nieto fue uno de los grandes poetas españoles del siglo XX, una figura clave de la Generación de los años 40. Su obra, cargada de sensibilidad, misterio y amor por la naturaleza, le valió un lugar destacado en la literatura española y un amplio reconocimiento en vida. Entre sus muchos galardones, recibió el prestigioso Premio Cervantes, el Premio Adonais por Dama Soledad, el Premio Fastenrath de la Real Academia Española por Geografía es amor, dos Premios Nacionales de Literatura y los reconocidos premios de periodismo Mariano de Cavia y González-Ruano. Fue también miembro de la Real Academia Española, donde ocupó la silla N.
En 1944, García Nieto visitó Las Navas del Marqués junto al escritor Camilo José Cela y el hispanista Charles David Ley. Esta estancia marcó profundamente su obra, inspirándole los famosos Versos de un huésped de Luisa Esteban, que generaron una fuerte polémica en los círculos literarios de Madrid. En ellos, el poeta transmite un aire de misterio y un erotismo sutil hacia su anfitriona, Luisa Esteban, una mujer de 70 años en cuya casa se hospedó. Los versos, sin embargo, trascienden la figura de Luisa y se interpretan como un canto a la esencia del pueblo y sus paisajes. Estos son algunos de los versos más recordados de aquel poema:
La luna de agosto viene
en hombros del Guadarrama.
Tus tejados, Luisa Esteban,
hace tiempo que la aguardan.
La luna parece un río
desbordado por Las Navas.
Quién me diera un San Cristóbal,
que a la puerta de tu casa,
con un pino por cayado,
dulcemente me llevara.
¡Que me ahogo, Luisa Esteban,
en esta luna de agua!
Con un anillo en el cuello
me revolvía en tus sábanas
que aullaban en mis oídos
como el viento entre las ramas.
Por una tierra de lobos
me sorprendió la mañana.
Tras este primer viaje, García Nieto desarrolló un vínculo especial con Las Navas del Marqués, volviendo cada año durante sus vacaciones estivales. Su hija, Paloma García Nieto, recordaba con nostalgia aquellos veranos:
«Mi padre nos llevaba en tren cuando acababan las clases, y allí pasábamos todas las vacaciones. Por la mañana íbamos al risco; por la tarde, a los pinares, donde colgaba de la rama de un pino un columpio que él mismo había construido con un trozo de leño y unas cuerdas. Recuerdo el olor de la resina en los pinares, de la paja recién cortada en las eras… Allí, de su mano, aprendimos a amar la naturaleza».
La relación del poeta con la villa quedó plasmada en otros versos que evocan la belleza del paisaje y su conexión con la naturaleza:
Y llora la resina
intermitentemente
por la amarilla herida
que tiene el pino verde.
En Las Navas del Marqués, José García Nieto encontró no solo inspiración, sino también un refugio donde compartir con su familia y transmitirles su amor por la naturaleza. Este enclave serrano se convirtió en un lugar fundamental en su vida y en su poesía, siendo fuente de momentos inolvidables y de versos que forman parte del alma de su obra.