La configuración de la Villa

La configuración de la Villa

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Será en el siglo XVII cuando las abundantes cosechas de lana y el incipiente desarrollo municipal, permitan la instalación de pequeñas industrias textiles. Cardadores, tejedores, bataneros, hilanderas y tintoreros, organizados en gremios y talleres familiares, intervienen en la fabricación de paños que son llevados a la Casa del Sello, en la Villa, donde se acredita su calidad.

Las piezas de paño pardo y lienzo, para la confección de sayales, casacas y calzones, se comercializan en Las Navas, en sus cercanías y en ferias y mercados, hasta que la competencia de otras ciudades textiles, los problemas financieros, el transporte y la crisis del campo ocasionarán la decadencia de los telares en el siglo XIX.

A mediados del siglo XVIII la villa cuenta con 2.130 habitantes y 632 casas de vivienda baja, achaparradas, de gran chimenea, y algunos cercados, pajares y corrales. La vida discurre entre las callejas y plazuelas del Panadero, del Caño y de la Fragua. Diversos establecimientos: carnicerías, hornos de pan, buhonerías, tintes, sastrerías y aguardenterías, así como las tiendas de fruta y de la albacería, el Mesón del Bolo y la Taberna del Mesoncillo, abren sus puertas en los barrios del Alamillo, del Jordán, Corral del Concejo, Cruz del Romano y La Barbuda.

En aquel escenario urbano, varios arroyos descienden desde la Dehesa y Los Villarejos hasta El Regajo, con los nombres, hoy actuales, de Las Canalejas y Tenerías, Molinillo y Las Mimbres, al que cruza el puente de La Bartola, sobre la Calle Real.

El señorío jurisdiccional es abolido en 1811, por las Cortes de Cádiz, aunque el dominio de tierras, prados y pinares continúa en poder de los Duques de Medinaceli, hasta que, en 1906, venden sus posesiones a la Unión Resinera Española.

Entre los años 1836 y 1847, las disposiciones sobre desamortización civil y eclesiástica facilitan la adquisición de fincas privadas en La Dehesa Boyal y El Alijar que, habrán de contribuir al despegue forestal, ganadero e industrial de la villa, significativa recuperación económica a la que contribuye el ferrocarril y la creación de la Fábrica de Resinas. En 1864, tras años de penosos trabajos, se inaugura el tramo de ferrocarril que une Madrid-Irún y que, a iniciativa de Ángela Pérez de Barradas, Duquesa de Medinaceli, pasa por sus terrenos de Las Navas del Marqués.

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